En pleno siglo XXI estamos tratando de tirar los estereotipos de género y de decirle a los más pequeños que pueden ser o hacer lo que quieran sin importar su género.

Una ideología de prehistoria
Los estereotipos de género han estado presentes desde hace miles de años, prácticamente desde que aparecieron los primeros homínidos y empezaron a vivir en comunidades dentro de las que poco a poco se fueron asignando actividades específicas para cada género, de acuerdo a características físicas como fuerza, habilidad, capacidad de engendrar, etc.
A partir de ello, las diferencias biológicas y comunales se hicieron más notables, de manera que empezaron a concebirse los roles de género, es decir, lo que la sociedad en la que vivimos espera de nosotros sólo por el hecho de nacer hombres o mujeres.
Liberalismo femenino
La biología nos enseña que hombres y mujeres nacemos con rasgos físicos evidentemente diferentes (y también químicos), los cuales son correctamente ciertos: un hombre es XY, por lo que segrega naturalmente testosterona, y una mujer es XX, por lo que produce estrógenos; además, los hombres tienen la capacidad de fecundar y las mujeres de gestar. Y desafortunadamente, hoy día los roles de género siguen guiándose por esas diferencias biológicas, científicamente indiscutibles, pero moralmente debatibles.

Básicamente, la perspectiva de género, es enseñar a las viejas y nuevas generaciones que NO TIENEN LA OBLIGACIÓN DE CUMPLIR con lo que la sociedad en la que han nacido ha ordenado, desde hace muchísimos años, para hombres y mujeres, por ejemplo, que los hombres se dediquen a trabajar y proveer todo lo necesario para el hogar, y que las mujeres se ocupen de criar a los hijos y realizar labores domésticas; o más sencillo, que los niños vistan de azul y las mujeres de rosa.
Tiremos los estereotipos de género
Si un hombre no ha destacado en el ballet, sin necesidad que se ponga en duda su orientación sexual u “hombría”, es porque la sociedad no lo ha permitido. Y lo mismo, si una mujer no ha destacado en la construcción, nuevamente sin que se cuestione su “feminidad” ni su capacidad como “madre”, ha sido por culpa de la comunidad en la que ha nacido.

¿Cuántas veces no hemos escuchado de niños y niñas que tienen que reprimir sus sueños porque no corresponden a lo que se espera para su género, por ejemplo, ser cocineros o ser futbolistas? O peor aún, ¿cuántas veces no han tenido que renunciar a un juguete sólo porque se encuentra en el pasillo de “niñas” donde todo es completamente “rosa”, o en el pasillo de “niños”, donde todo es “azul”, “negro” y “rudo”?
¿Cuántas veces no hemos escuchado de padres que golpean enérgicamente a sus hijos varones por encontrarlos jugando con barbies?, ¿o cuántas niñas no han sido tachadas de “marimacho”? ¡Muchísimas veces! Pero esto tiene que cambiar. ¿Cómo? Muy fácil, el cambio comienza desde casa.
Enseñemos a niñas y niños a contribuir por igual en las labores del hogar, a respetar los gustos de todas y todos, a demostrar sus sentimientos, a no ponerle etiquetas de género a los objetos y a que todos tienen el mismo derecho de destacar en lo que más les guste, sea profesión, oficio, deporte, u otro ámbito.
Fuentes
https://elpais.com/elpais/2019/03/07/mamas_papas/1551962535_507747.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_de_liberaci%C3%B3n_de_las_mujeres
https://www.mujeresenred.net/spip.php?article1308