En sus primeros años de vida, el cerebro de tu pipocho es como una esponja. Por eso los expertos en el lenguaje animan a que los niños se lancen cuanto antes a aprender otros idiomas.
Ser bilingües no sólo mejora la atención, sino que sirve de entrenamiento mental y ayuda a ejercitar la memoria de los pequeños.
Durante los cuatro primeros años de vida es cuando se generan más conexiones neuronales. Este periodo, en el que se forma el cerebro del niño, es perfecto para alimentarlo con información y con estímulos lingüísticos.
A estas edades ningún niño se interesa por algo que le resulte aburrido, por eso la música es, probablemente, el mejor comienzo. El ritmo y la rima nos ayudan a recordar las cosas mejor. Y todo con mucho refuerzo positivo.
Cuando la madre habla a su hijo, el cerebro construye una arquitectura específica que se ajusta a los sonidos propios de esa lengua. De aquí la importancia de introducir los nuevos idiomas tan pronto. Además, se ha demostrado que a un niño le cuesta lo mismo aprender una lengua que dos.
La información que recibe se integra en una misma zona del cerebro, algo que no ocurre con los adultos: nosotros necesitamos dos áreas neuronales distintas para aprender un nuevo idioma.
El proceso a la hora de empezar a dominar un segundo idioma, ha de ser el mismo que se produce en el aprendizaje de la lengua materna: escuchando, luego comprendiendo, a continuación hablando y por último, leyendo y escribiendo. El formato es claro: hay que reproducir el modelo de la primera lengua, pero con otro idioma.
El niño ha de dominar las estructuras de la lengua. Si aprende a decir Can I go? (¿puedo ir?), con el tiempo podrá añadir cualquier lugar o acción a la frase: al baño, a jugar, a leer, a mi dormitorio…, ya que estas estructuras son prácticamente ilimitadas.
Lo que genera este tipo de acciones, es familiarizar a los niños con las estructuras habituales de una conversación ordinaria, como por ejemplo, los saludos. Y luego se le añaden otros formatos que se refuerzan visualmente, utilizando la constancia y la repetición.
Leerle cuentos o ponerle películas infantiles en el idioma que aprende, facilita que se acostumbre a la pronunciación. Si se tiene alguna noción sobre el idioma que estudia, será muy divertido compartir juegos y canciones con tu hijo.
Recuerda que no debes presionar ni atosigar a tu hijo para que hable en otro idioma, y nos demuestre lo que sabe. Si tu niño presenta alguna dificultad en el habla como la inmadurez articulatoria, retraso del lenguaje, O dislalia, no es recomendable que se inicie en otro idioma.