Hasta hace poco pegar a un niño, darle un cachete1, un pellizco, o incluso darle una bofetada, era visto como algo normal por la sociedad, de un modo general. Durante años, el pegar era parte de la rutina de la mayoría de las familias y escuelas.
Muchos padres de hoy, ya no se acuerdan de los cachetes que les dieron sus padres, porque si lo hiciesen verían que no les han servido de nada, no les han educado, solo les han enseñado a tener miedo.
Como adultos, somos los padres quienes debemos tener el control de la situación. Y por control, no digo ejercer el autoritarismo, sino tener la capacidad de guiar al niño y explicarle cuáles comportamientos son adecuados y cuáles no, en cada situación.
Los padres somos los pilares de nuestros hijos, sus referentes. Al pegarles, les estamos demostrando que hemos perdido el control y ese referente se derrumba, nos desfiguramos como autoridad.
Muchas veces es difícil mantener el control, todos tenemos malos días. El cansancio, el estrés, a veces nos dan ganas de explotar, pero, ¿es que acaso no somos capaces de controlarnos antes de levantar la mano?
Debemos ejercitar el autocontrol, contar hasta diez (o hasta cien si es necesario), antes de explotar como un volcán en erupción y pagar la falta de autocontrol con nuestros hijos.
¿Qué les estamos transmitiendo a los niños si reaccionamos de esta manera?
De esta forma, sólo priorizamos la violencia ante las palabras, como una manera de resolver conflictos. Si hay un problema lo hablamos de forma civilizada, si ha hecho algo con lo que no estamos de acuerdo, se lo explicamos.
Si no es el mejor momento de hacerlo, esperamos hasta que las aguas se calmen y luego conversamos. Hay muchas opciones y mucho más educativas.
Está demostrado que los niños expuestos a la violencia en el hogar, se convierten en niños violentos. Lo ven en casa y lo asimilan como algo normal. Educar en la no violencia es un camino que se empieza a recorrer desde el día que nacen, o incluso antes, desde el vientre materno.
Pegar a los hijos nos deja en evidencia lo poco creativos que somos como padres. Pegar está mal, sea quien sea. Porque sean nuestros hijos, no significa que tengamos permiso para pegarles.
Para los psicólogos no es efectivo ni el famoso ‘cachete a tiempo’, dado para asustar y alertar al pequeño. A los niños no se les puede educar a golpes.
Según la guía de la Asociación Americana de Pediatría, un bebé de menos de 18 meses no entiende la conexión entre un cachete y el mal comportamiento. Agresión, maltrato, así como los golpes de todo orden, sólo generan secuelas en el plano psicológico de los pequeños que, más tarde o temprano, pueden presentar problemas como reacciones violentas y agresivas, incapacidad para defenderse, baja autoestima, dificultades para relacionarse, falta de comunicación con sus padres, la mentira para evitar el castigo, etcétera.
Se sentirán y serán siempre víctimas de la mala educación de sus padres.
Se puede llevar a cabo una disciplina positiva siendo justos y haciendo lo correcto. Es importante marcar los límites a los hijos, pero también hay que ayudarlos a crecer.
1) Cachete.- Golpe que con la palma de la mano se da en la cabeza o en la cara. (DRAE).